viernes, 17 de octubre de 2008

Calamaro, querido

Este artículo apareció en el diario La República. Ofrece un brevísimo perfil de Andrés Calamaro, el rockero argentino que pronto estará con nosotros.

Nueva ruta del salmón
Juan Carlos Soto
"Por Mirarte" fue mi primer disco de Andrés Calamaro. Un vinilo redondo protegido con una tapa de cartón. El rockero argentino en la carátula: generosa cabellera rizada y un vaso de vino en la mano, signo inequívoco de una velada bohemia. Era el fin de los 80, años de terrorismo, inflación, crisis y mucha mediocridad en el colegio. En la mayoría de adolescentes como yo, el rock fue la puerta de escape a esa odiosa realidad. El volumen a full, para anular las noticias de la TV que daban cuenta de coches bomba y colas en los mercados para comprar un tarro de leche. Calamaro fue un ícono, un referente de sueños y hedonismo en un escenario de guerra. Y con el paso de los años, una compañía "cuando tuvimos el corazón roto" (Crímenes Perfectos). El arquitecto de nuestros lados incorrectos. Un poeta maldito, caminante en la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón, que siente llegar al vacío total.
Sombra de Miguel Abuelo, estrella de Los Rodríguez, incontinente e insonme compositor de los 90. Con cien canciones de "El Salmón" y 37 de "Honestidad Brutal" llenamos piscinas de soledad y nostalgia. El sexy y barrigón del nuevo milenio, desintoxicado de mortal tristeza, casado y cambiando pañales. Ya no canta: "Alguna vez no supe renunciar y me sirvió para sufrir" (Gaviotas) Ahora dice: "Antes era melancolía, ahora vivo los mejores días de mi vida" (La Apuesta). Abandonó los teclados del quebranto, por la guitarra colgada al pecho. Calamaro es radical nostalgia y hoy feliz.