sábado, 7 de noviembre de 2009

Depeche, en el recuerdo

Juan Carlos Soto

Guardo la emoción empozada desde el 13 de octubre pasado. Necesito un desahogo entrelíneas. Ese día vi a Depeche Mode, la banda que forma parte del sound track de mi adolescencia. A los británicos andróginos que escuchaba por un cassette maxel de 90 minutos. ¿Se escribe así cassette?. En tiempos de Mp3, Pood, nuestra memoria parece castrar la escritura correcta de las melancólicas cintas que a veces se enredaban en los cabezales de mi grabadora sony.
Luego de un viaje inmisericorde por tierra, más de 15 horas sentado en un asiento de bus entre el aburrimiento y el miedo de morir entre fierros retorcidos, llegué a la grisácea Lima desde Arequipa, la antípodas de la capital por su cielo raso y ese sol abrasador que amenaza calcinar a todos. Del terminal en San Borja fui directo a la cola. Los darks vestidos de negro acordonaban varias cuadras de la explanada del Monumental de Ate. El maquillaje disimulaba bien en ellos las patas de gallo que rayan sus rostros. Y la ropa negra ancha, camufla esas irreversibles panzas cheleras. Ya dentro del recinto, me chupé seis horas parado, colgado de la malla que dividía mi sector, Violator con Music por the Masses.
El concierto arrancó a las nueve y media de la noche. Media hora después de lo anunciado. Al tacho la puntualidad inglesa.Dave Gaham interpetró tres temas de Sounds of de Universe, el último disco de la banda. Sonido y luces perfectas.Pero todo estaba bajo control dentro mío.
“Walking In My Shoes” abre el camino retro en mi cabeza.Con esta canción del álbum Songs of faith and devotion vuelo hasta mediados de los noventa. Muchas imágenes se agolpan con lucidez brutal: Vuelvo sobre mis pasos. La música no solo tiene un poder orgásmico en los oídos. También marca las etapas de cada generación. Brotan los recuerdos: últimos años de universidad, los tiempos de misio, la necesidad de sobrevivencia en una economía de libre mercado. Cada canción tiene su historia audiovisual. En la pantalla plasma instalada en el escenario aletea un cuervo gigante y uno de sus ojos me mira fijamente.
It’s No Good viene con más recuerdos de los noventa. Este tema pertenece al Ultra, el disco en donde los ingleses rompen su convencionalismo instrumental. A la ortodoxia de los sintetizadores, le incorporan guitarras y consiguen un sonido más ecléptico y agresivo.
Viene Precious, tema de Playing The Angel, uno de los discos que los británicos lanzaron en 2005. En la pantalla plasma, se teclea un poema a máquina de escribir. Otra vez la conexión al pasado.
En todos los temas, el público se entrega devotamente. En su emoción mastica un inglés intuitivo. No importa, no es un TOEFL, vale la emoción. Gaham se mueve en el escenario cogiendo el pedestal del micro y aregando. Sus movimientos no son de otros shows, bueno las operaciones recientes parecen haberle quitado arresto físico. Extrañamos a Gaham con el dorso descubierto y chorreando agua. Igual, importa que cante bien.
El momento cumbre llega con Gaham cediéndole la posta a Martin Gore, el compositor principal de Depeche. Este ingles que roza con lo albino se manda con Jezebel y Home, dos preciosas pistas en donde prevalece la voz descarnada y la melancolía. "Te amo Martin", grita alguien y rompe ese momento de comunión. La noche se corona con Behind the Wheel Personal Jesus y Waiting for the Night y Enyoy the Silence. Ahora sí ya puedo morir feliz. Al día siguiente fue una verguenza chequear la prensa local, ninguna crónica detallada del show. La nota fue levantada por una acusación falsa: que Gaham había dicho gracias Chile. Hoy una de las pasiones del periodismo es elegir lo anecdótico. Nunca va al fondo.

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